El secuestro de sacerdotes y religiosos en Nigeria se ha vuelto tan habitual que los nuevos casos apenas quedan registrados. El rapto se ha convertido en un lucrativo negocio para los delincuentes y, aunque la mayoría terminan siendo liberados, también ha habido casos de muertes, dejando a los católicos en constante temor.
Según los datos recogidos por la fundación internacional Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN), a fecha de 13 de noviembre el número total de sacerdotes, religiosas y seminaristas secuestrados en 2023 asciende a 23, lo que demuestra que los secuestros siguen siendo la mayor amenaza a la seguridad del clero y los religiosos en ese país. De los secuestrados, uno fue brutalmente asesinado y los otros 22 fueron liberados. Otros dos sacerdotes y un seminarista han sido asesinados en lo que va de año.
Los primeros incidentes de 2023 tuvieron lugar en enero, con un secuestro en la diócesis de Ekiti y el horrible asesinato del padre Isaac Achi en Minna, que murió calcinado cuando su residencia parroquial fue atacada e incendiada. El padre Collins, sacerdote que acompañaba al padre Achi, resultó herido de bala cuando intentaba escapar, pero sobrevivió. Después se sucedieron tres meses sin nuevos casos, pero desde abril no ha pasado un mes sin que se produzca al menos un secuestro. El caso más reciente fue el secuestro del padre Andrew Anana en noviembre, que permaneció retenido menos de 24 horas. Este sacerdote ya había sido secuestrado antes, en 2019.
La gran mayoría de los secuestrados acaban siendo liberados, pero ha habido trágicas excepciones. Uno de los casos más graves tuvo lugar el 17 de octubre, cuando el novicio benedictino Godwin Eze y otros dos aspirantes fueron sacados por la fuerza de su monasterio. Cuando los dos aspirantes fueron liberados, al cabo de tres días, informaron a sus superiores de que a Godwin lo habían asesinado a disparos y que su cuerpo había sido arrojado a un río.
Pocos días antes, tres religiosas habían sido secuestradas por hombres armados. Rosemary Osiowhemu y Josephine Mary Chinyekwuo, de las Misioneras Hijas de Mater Ecclesiae, y Maria Ngozi Okoye, de la Congregación del Señor Resucitado, se dirigían a Mbano, en el estado de Imo en el sur del país, para asistir al funeral de la madre de una de sus hermanas, cuando fueron secuestradas junto con un seminarista y su chófer. Todos fueron liberados sanos y salvos al cabo de una semana, para alivio de la comunidad cristiana local.
El 7 de septiembre fue un día especialmente trágico para los cristianos nigerianos, con dos casos individuales de ataques contra seminaristas. Ezekiel Nuhu fue secuestrado junto a su padre mientras estaba de vacaciones, pasó casi dos meses en cautiverio antes de ser liberado en noviembre. Menos afortunado fue Na’aman Danlami, de 27 años, de la diócesis de Kafanchan, que perdió la vida en la rectoría de la parroquia en el que estaba de ayudante de dos sacerdotes. Los sacerdotes lograron escapar, pero Danlami murió cuando los criminales prendieron fuego a la casa parroquial, sufriendo el mismo destino que el padre Isaac Achi en enero.
Otro sacerdote ha sido asesinado en 2023, lo que eleva a cuatro el total de religiosos y sacerdotes asesinados. Es exactamente la misma cifra que se alcanzó durante el 2022.
Un año bañado en sangre
Desde 2022, ACN lleva un registro de los casos de religiosos católicos asesinados, secuestrados o detenidos ilegalmente en todo el mundo. Estas cifras se publican hacia finales de año. El año pasado hubo 118 incidentes distintos, incluidos los asesinatos de 16 sacerdotes y religiosas por la fe, y otros dos asesinatos por razones aparentemente no relacionadas con la persecución.