“Debemos tener fe para reconstruir el pueblo, y vosotras sois un signo de esa fe”, dijo el arzobispo Thabet a docenas de religiosas dominicas reunidas con ocasión de la inauguración de su nuevo convento de San José.

Batnaya era un importante núcleo de la vida cristiana en la llanura de Nínive, en el norte de Iraq: en 2014, unos cinco mil cristianos -casi todos católicos caldeos- vivían allí, pero todos sus habitantes tuvieron que huir cuando los terroristas del Estado Islámico (EI) invadieron la región en agosto de ese año.

El grupo terrorista yihadista fue finalmente derrotado, pero los edificios, entre ellos dos importantes iglesias, quedaron casi totalmente destruidos y la población se dispersó: algunos acabaron en campos de refugiados y otros emigraron.

Sin embargo, las Hermanas Dominicas no estaban dispuestas a renunciar a su pueblo y a su comunidad y, decididas a regresar a Batnaya, primero se instalaron en una casa que les prestó un generoso vecino. Eso fue antes de que se construyera su nuevo convento de San José, lo cual ha sido posible en gran parte a la ayuda económica de la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN).

Transformar el desierto en un paraíso

El 18 de diciembre, en su intervención en la ceremonia de consagración del nuevo edificio, el arzobispo Paul Thabet de la archidiócesis caldea de Alqosh señaló que el nuevo convento es algo más que ladrillos y cemento, pues infunde vida y esperanza en la comunidad de creyentes.

“La consagración es una llamada a través de la cual Dios construye el reino de los cielos. La llegada de religiosos puede convertir el desierto en un paraíso, y la presencia de las hermanas y su llegada a esta aldea empobrecida y demolida es un signo de gran reconstrucción. No sólo estamos reedificando muros, estamos recomponiendo la humanidad”, dijo el arzobispo.

“La presencia de las religiosas en este pueblo es un signo de aliento para que también regresen todos sus habitantes. En medio de la destrucción vemos signos de verdadera belleza, la belleza del alma que queréis construir. Por eso, la presencia de religiosos y religiosas y de la Iglesia es un signo de aliento para los habitantes de este pueblo. Los cristianos de Iraq tenemos una herida profunda; esta herida debe ser curada por la fe, y vosotras sois una señal visible de esa fe”, les dijo a las numerosas religiosas reunidas en la capilla del convento para su consagración.

Si las raíces se secan, las ramas morirán

Ahora, añadió el prelado, ha llegado el momento de que también regresen los demás. “Vuestro nombre e identidad están en Batnaya y vuestras raíces están en Batnaya, no en los lugares a los que habéis emigrado. También os animo a que apoyéis a la aldea y estéis presentes en ella en las ocasiones importantes porque, de lo contrario, esas raíces se secarán, y si eso ocurre, las ramas seguramente morirán. Debemos tener fe para reconstruir este pueblo”.

Hablando en nombre de la comunidad dominicana, la Hna. Huda Sheto dio las gracias a todos los que han contribuido a la construcción de su nuevo convento, mencionando explícitamente a ACN. Las religiosas, subrayó Hna. Huda, están en Batnaya para “acompañar a los creyentes y para vivir su fe, compartir sus oraciones, sus vidas y sus necesidades, y para prestar tantos servicios espirituales como sea posible”, incluida la educación de los niños en la guardería del convento.

En la consagración del nuevo convento participaron muchos vecinos del pueblo, así como las autoridades locales, los miembros del clero y el representante de ACN en Irak. Las mujeres de la localidad lanzaron los tradicionales gritos de júbilo cuando el arzobispo Thabet cortó la cinta de la entrada al recinto y bendijo la estatua de San José frente al convento. Tras el acto, todos los presentes compartieron un almuerzo para celebrar que la vida y la fe hayan sobrevivido al terror y estén retornando a Batnaya.

ACN está profundamente comprometida a restablecer la vida cristiana en el norte de Iraq y ha contribuido a financiar numerosos proyectos de reconstrucción, también en Batnaya. Además, la fundación pontificia ha lanzado un llamamiento a la comunidad internacional para que ayude a Irak a alcanzar la estabilidad y el desarrollo económico que necesita, a fin de favorecer la raigambre de la población y evitar que los iraquíes emigren al extranjero en busca de una vida mejor.

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