Los que han podido se han ido y el resto duerme en refugios subterráneos al son de las sirenas antiaéreas. Así es la vida ahora en Odesa, donde la oración es lo que sostiene a la gente.
Al menos por ahora, la ciudad de Odesa, situada en la costa del Mar Negro en el sur de Ucrania, se ha librado de lo peor de la violencia de la guerra, pero el conflicto marca cada momento de la vida de la gente, asegura el obispo católico local, Mons. Stanislav Szyrokoradiuk.
“Constantemente, oímos sirenas de alarma por ataques aéreos y, de vez en cuando, disparos. Esto genera una constante inquietud, pero de momento, gracias a Dios, la ciudad está relativamente tranquila. Estamos durmiendo en un refugio en un sótano, pero durante el día podemos salir, rezar y trabajar libremente”, comunica el prelado en un mensaje de vídeo enviado el sábado (05.03) a la fundación pontificia internacional Fundación Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN).
Una de sus primeras prioridades ha sido poner a salvo a los niños vulnerables. “Hemos organizado un lugar a 260 kilómetros que antes era solo para niños, pero que hoy es un lugar para desplazados. Algunos niños y familias jóvenes con niños están viviendo allí, y nosotros nos ocupamos de ellos”.
En esta situación, los sacerdotes han asumido funciones que trascienden a las de pastores de almas. “La presencia de los sacerdotes en las iglesias es muy importante para la gente. Los sacerdotes celebran santas misas, organizan los rezos y fortalecen el espíritu. Pero, además, reparten paquetes de alimentos y otros artículos de primera necesidad, también comidas calientes. Los sótanos bajo las iglesias permanecen abiertos a todas las personas que buscan refugio”, informa Mons. Szyrokoradiuk a ACN.
Actualmente, nadie entra en Odesa, ni siquiera refugiados de Crimea u otros territorios, porque la ciudad no es segura. Muchos de los que disponen de medios económicos se han marchado a lugares más seguros, ya sea a Ucrania occidental o a los países vecinos, lo que confiere a la ciudad un inquietante ambiente al estar medio vacía. Entre los que se han quedado reina la unidad.
“La ciudad está unida, reina una gran unidad entre los creyentes, también ecuménicamente. La guerra nos ha unido mucho, no solo a los católicos, sino también a personas de otras confesiones y culturas. Hoy tenemos una gran unidad en la ciudad», explica el obispo.
“Por supuesto, les estoy muy agradecido por todo su apoyo y solidaridad”, continúa el obispo. “Me gustaría dar las gracias especialmente a Ayuda a la Iglesia Necesitada, pues fue la primera organización que me preguntó: ‘¿Qué podemos hacer? ¿Cómo podemos ayudaros?’ Gracias por ofrecernos su ayuda”.
Ante esta guerra, la gente se está volcando en la oración y reza por la paz y por la seguridad, pero también por los que han muerto en el conflicto. “Rezamos a diario por la paz. Para nosotros, es importante rezar por todos, especialmente por los que han muerto. Todos los días celebramos una misa con un réquiem por todos los que han fallecido, incluidos los soldados caídos y todas las víctimas de la guerra”.
En respuesta al estallido de la guerra en Ucrania, la fundación pontificia internacional ‘Ayuda a la Iglesia Necesitada’ (ACN) ha destinado a Ucrania un paquete de ayuda de 1,3 millones de euros. Según un comunicado del presidente de ACN, Thomas Heine-Geldern, este dinero es para los sacerdotes y religiosos/as que trabajan en todo el país en parroquias, orfanatos y residencias de ancianos, y que se ocupan de los desplazados.