La Congregación del Espíritu Santo, formada por los llamados Espiritanos, se fundó en Francia en 1703. En la actualidad, sus miembros se dedican en más de 60 países a evangelizar a los pobres y a los marginados por la sociedad. Para ello acuden sobre todo a regiones difíciles y remotas donde la Iglesia afronta retos descomunales.
En Zambia están presentes desde 1971 y, en estos momentos, 19 padres espiritanos trabajan en tres diócesis de este país del África meridional. La orden está bendecida con vocaciones nativas: 16 jóvenes zambianos ya han sido ordenados sacerdotes y otros doce están formándose. El año pasado, vosotros apoyasteis su formación con un total de 7.200 euros, por lo que os están muy agradecidos.
Uno de ellos es el Hno. Brian Chilando, recientemente ordenado diácono y que pronto será ordenado sacerdote. Este monje nos ha escrito lo siguiente:
“Siempre rezaremos por vosotros para que Dios os bendiga con todo lo que necesitéis en la vida. Vuestra ayuda es, para nosotros, un rayo de luz cálido y brillante que representa a personas buenas y solidarias que se preocupan por las necesidades de los demás. Creo que he llegado tan lejos en mi camino vocacional gracias a personas como vosotros, que apoyáis a los estudiantes que se preparan para el sacerdocio y la vida religiosa, y por ello me gustaría expresaros mi más sincera gratitud. Creo que los sueños de muchos jóvenes que quieren ser sacerdotes o religiosos sólo se hacen realidad gracias a gestos como el vuestro. Vuestra ayuda no sólo beneficia a la congregación agraciada, sino también a toda la Iglesia, porque contribuís a la formación de los futuros servidores de la Iglesia universal. ¡Mil gracias!”.
El Hno. Remmy Banda, que estudia Teología en su cuarto año de formación, también da las gracias de todo corazón a todos los benefactores: “He recibido con gran alegría y gratitud la noticia de vuestro fiel apoyo económico a mi formación. Como siempre, quiero dar gracias a Dios con mis oraciones por vosotros, vuestras familias y vuestra fundación. Ruego al Señor, a quien estáis tan deseosos de servir, que siga bendiciéndoos y protegiéndoos, y que os pague vuestra generosidad.
Una y otra vez, vuestro asombroso y desinteresado apoyo me infunde ánimos.
Hoy puedo decir con serenidad: ‘Por la gracia de Dios soy lo que soy’ (1 Cor 15,10). Esta gracia se me ha manifestado vivamente mediante vuestra generosidad y amor hacia mí. Rezo por que el Espíritu Santo siga haciendo crecer sus frutos en vosotros”.