Las violaciones de los Derechos Humanos están muy extendidas en Burundi, el pequeño país que limita con la gigantesca República Democrática del Congo y que lleva años muy aislado del mundo exterior. Recientemente, los obispos burundeses han llamado la atención sobre los problemas del país, de los que apenas se percata la comunidad internacional.
Una crisis de seguridad sacude desde hace décadas a Burundi, un pequeño país africano de unos 13 millones de habitantes. En 2023, el Comité de Derechos Humanos de la ONU expresó su preocupación por las denuncias de desapariciones y asesinatos de activistas políticos y periodistas a manos de las fuerzas de seguridad y grupos progubernamentales en Burundi.
Estas violaciones de los derechos humanos no suelen tener lugar a espaldas de la opinión pública. Recientemente, los obispos católicos del país han denunciado sin rodeos estos abusos en un -mensaje de paz- público, al que ha tenido acceso la fundación pontificia internacional Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN): “La constatación de que en nuestro país hay personas cruelmente asesinadas o secuestradas o desaparecidas por motivos políticos u otros intereses macabros resulta estremecedor”, escriben. “Incluso cuando alguien es detenido por las autoridades competentes, la justicia debe administrarse de acuerdo con la ley; la persona debe ser retenida en un lugar conocido y accesible para sus familiares”, recuerdan los obispos.
Clima de desconfianza
Los obispos advierten contra una cultura de impunidad ante actos delictivos: “Si la impunidad se afianza en la sociedad, la gente perderá la confianza en el sistema de la justicia y se correrá el riesgo de que el pueblo acabe tomándose la justicia por su mano y cometa delitos”.
Con un -patético llamamiento- a quienes -albergan la intención de derramar la sangre de ciudadanos pacíficos para dar publicidad a su ideología o buscar el poder político-, les instan a “envainar de nuevo sus espadas y ponerse a construir la nación adoptando vías que respeten la dignidad de la persona humana y favorezcan el diálogo y la concertación”.
“Burundi tiene un pasado muy doloroso, marcado por masacres, asesinatos, conflictos sociales y violencia”, afirma Maxime François-Marsal, responsable de proyectos de ACN para los países francófonos de África Central que visitó Burundi en 2023. “Hay un clima de desconfianza en el país, incluso entre amigos y familiares”.
Por eso, asegura, es tan importante promover la cultura del diálogo y de la paz para apoyar la educación y la formación de quienes ayudarán en el futuro a configurar la vida de Iglesia y el desarrollo del país, ACN ha contribuido a más de 200 proyectos en Burundi en los últimos diez años, centrándose en la formación de sacerdotes y religiosas, la formación de catequistas y el apoyo a diversas actividades pastorales. “Nuestro trabajo tiene por objetivo difundir la Buena Nueva en los corazones de los hombres para que se resistan a la tentación de la violencia. Recemos por que todos los responsables del país escuchen la voz de su conciencia, por que el mensaje del Evangelio sea escuchado y por que el pueblo de Burundi, que tanto anhela la paz, pueda volver a vivir seguro”.
Burundi ha sido regularmente escenario de conflictos sangrientos desde el final del dominio colonial en 1962, pero en 2015, la situación en el país llegó a un punto crítico cuando el entonces presidente, Pierre Nkurunziza, anunció su intención de presentarse a un tercer mandato, lo que infringe la Constitución. Como resultado, hubo protestas en todo el país y, desde entonces, las autoridades vienen reprimiendo a la sociedad civil y a los medios de comunicación en cuanto alzan la voz contra los abusos que se cometen.